De mis padres siempre iba a misa. Desde hace 51 años voy a la Misa Pablo VI porque no conocía la Misa “Tradi”.
Poco a poco ya no me encontré entre la masa moderna. Mi obispo me enseñó que si hay un pórtico y una esclusa en una iglesia, eso significaba que tan pronto como pasáramos la esclusa, teníamos que guardar silencio, y ese ya no es el caso. No pude más.
Pensé que estaba en el mercado de Bayona.
Las manos de los sacerdotes son Santas y ya no podía aceptar que los laicos puedan dar la Sagrada Hostia cuando sus manos no son Santas.
Estaba cansado de que los laicos leyeran las lecturas.
El Sagrado cayó en las catacumbas. En las iglesias a las que fui vi que ya no había una Santa Cruz en el Santo Altar.
Tenía una tía, ahora en el cielo, que me remitió a la misa “tradicional”.
De ahora en adelante comulgo de rodillas y en la lengua.
La confesión siempre está ahí antes y después de la misa.
¿Y qué pasa con los cantos gregorianos? Son magníficos, siempre me dan escalofríos.
El sacerdote que me educó en la Santa Misa me habló del diablo y del purgatorio, mientras que antes ningún sacerdote me había hablado de ello.