Cuando redescubrí la misa tradicional, la de mi infancia, mi memoria me impulsó hacia los días felices, mis padres, mis abuelos, los prados, los campos, el pueblo, las procesiones, los olores ahora desaparecidos, la "ropa de domingo". , los cantos gregorianos que hablaban al alma, toda una herencia, un recuerdo desde lo más profundo de los tiempos que hoy intentamos erradicar con la cultura del despertar... Revivo cada vez aquellos tiempos en los que la felicidad era simple.

Cuando abro la puerta de esta antigua iglesia el domingo, el olor a incienso me transporta a otro mundo.

Testimonios de Hugues :